Puestos a compartir, que sean sonrisas.

domingo, 9 de diciembre de 2012

Bailando sin querer llegar

Mil luces rojas, y amarillas intermitentes en la oscura noche. Humedad en el cristal.

Aparté mi vista un segundo de la carretera y le miré de reojo. 
Dormido.
Descendí desde sus pestañas hasta sus labios. Esos labios. Siempre me ha parecido perfecta la línea que define el perfil de su boca. 
Conducía relajada, Marlango en la radio, susurrándonos nanas. 
Mi mano sobre la caja de cambios. La suya, sobre la mía.
Dormía, sí. Pero seguía acariciándome, despacio, como la seda de un pañuelo se desliza entre los dedos.
Semáforo en rojo. Reduje marchas y detuve el coche. 
Se removió en el asiento y dejó escapar un largo suspiro. Susurró "Cómo te quiero..."

Respiré despacio como si pudiera inspirar todo el aire que había transportado esas palabras; palabras que se instalaron ágilmente hasta en el rincón más recóndito de mi ser. Busco torpemente cómo expresar esa sensación... pero sé que con una palabra me entenderá.
Libélulas. Grandes, suaves y delicadas, de tacto fino. Libélulas.

Podría pasarme la noche conduciendo, pensé. Hasta agotar la gasolina, hasta no tener más remedio que dormir juntos quiénsabedónde.
Lástima que no estuviera conduciendo en dirección a mi cama. 

Marlango, qué razón llevaba.
[La canción está disponible al final de la página]
Conoce el camino, quiere jugar, bailando sin querer llegar.



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