Puestos a compartir, que sean sonrisas.

domingo, 10 de febrero de 2013

Burlar a la muerte

El olor a antiséptico incrustado en la pituitaria le hizo abrir los ojos. Observó la habitación, deslumbrada por el titilante flexo que colgaba del techo. La pureza de un blanco artificial.  Látex blanco y puntas finas de metal. Alcanzó a leer algo, pero no se fijó dónde. "Condiciones de esterilidad".
El señor prepotente entró en la habitación y la pequeña se sobresaltó. Lo miró de abajo arriba: una larga bata blanca parecía sujetar su cabeza, bien lejos del suelo. De su cara en penumbra, sólo advirtió el destello de sus gafas. Ojos que no ven. El científico sonrió dejando ver cada uno de sus perfilados dientes y comenzó a hablar.
"¿Sabes niña? Si el hombre quisiera, podría cuatriplicar su longevidad. ¿No te gustaría vivir eternamente?"


¿Dónde nace el deseo insano de la inmortalidad del hombre? Hay quien piensa que nace del egoísmo inherente al ser humano de querer más y más de lo que ya tiene.
Yo, por mi parte, desearía la inmortalidad ajena, para no tener que sufrir la pérdida de aquellos a los que quiero. Aunque puede que esto no sea sino un síntoma de mi miedo al sufrimiento, un egoísmo más de una niña que no quiere llorar.

"Después de todo, la muerte es sólo un síntoma de que hubo vida."

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