Puestos a compartir, que sean sonrisas.

lunes, 24 de octubre de 2016

Las constelaciones de mi cielo

Creo que nunca he hablado del cielo-que-sólo-se-ve-desde-mi-cama. 
En el cielo-que-sólo-se-ve-desde-mi-cama hay constelaciones de todo un universo de personas.
En el centro, el Sol; corona rota de rayos de luz, que se contorsionan y expanden formando la vedeja del León de Nemea.

Sol gira sobre sí mismo a la vez que orbita a incalculable velocidad aproximándose cada vez más a Misterio.
Nadie gira en torno a Sol porque es un sol libre, sin sogas que rodeen su garganta... Y sin embargo, no es un Sol sol-itario. 

En este universo existen, por ejemplo, los cinturones de asteroides. Los hay inertes, que pasan inadvertidos sin colisionar, pero  los hay también dañinos, que se lanzan como kamikazes a la superficie solar para estallar en mil pedazos, como una bomba racimo. Para doler en todo el cuerpo. En esos casos, hay que cauterizar las heridas para dejar brotar piel nueva, rosa, sensible, de cicatriz, suave como las flores. Pero eso a Sol se le da bien. 

También existen las personas-cometa. Siguen una órbita elíptica que gira alrededor de quién sabe qué. Y por alguna ecuación matemática, su órbita y la del Sol se cruzan periódicamente. No en el mismo lugar, ya que ambos cuerpos avanzan infinitamente en la galaxia, pero sí en el mismo punto de sus órbitas. Por eso, nada cambia entre Sol y la persona-cometa, por mucho tiempo que pase.  

Las personas-planetas son quizá los más abundantes y variados. Los hay rocosos y definidos, pragmáticos. Y los hay expansivos, gaseosos, indefinidos. Cada uno con su elemento y de todos los colores del espectro visible. Por eso, según para qué juego, hay siempre un planeta disponible. Perfectos compañeros para divertirse.

Y por último, las personas-estrella, las preferidas de Sol, por muchas razones. Son transparentes y libres y han esculpido su propio cuerpo,  Son las personas-de-verdad.
Su increíble brillo alumbra hasta el agujero negro más recóndito del universo. Iluminan el cielo, conforman puntos de referencia para los navegantes perdidos y hacen de la Madriguera un lugar habitable y cálido. Aportan su luz a todo lo que miran. 
Pero no sólo eso, las personas-estrella actúan al mismo tiempo como esponjas de luz, capaces de contagiarse con tan sólo una chispa de entusiasmo y dar pie al incendio de la creación. 
Y por eso adora Sol a las personas-estrella, porque cuando extiende sus rayos para iluminar el cielo encuentra rápidamente los rayos de las personas-estrella, que construyen luz desde sus órbitas, y se produce entonces la sinergia perfecta, se entrelazan sus dedos de fuego en un abrazo perfecto, que arroja más brillo que nunca. Una red de estrellas, que aún con órbitas independientes, se construyen entre ellas y avanzan juntas en la búsqueda común de Sentido, hacia Misterio.